A lo largo de las
décadas de los setenta y ochenta, la editorial Columba llegaría a la cumbre de
la popularidad. Dirigida por Ramón y Claudio Columba, con Jorge Vasallo como
jefe de Redacción y Antonio Presa como director de Arte, la editorial lograría
vender millones de ejemplares. En las páginas de El Tony, Fantasía, D’artgnan,
Intervalo y Nippur Magnum, dejarían su huella los mejores dibujantes y
guionistas de todas las épocas.
Pero en el 2001,
luego de más de setenta años de historia, la editorial cerraría sus puertas
para siempre. Detrás de su escritorio en las oficinas del segundo piso, Ana María
vivió el apogeo y la caída de la mayor empresa de historietas de nuestro país.
¿En qué año
ingresaste a editorial Columba?
Ingresé en septiembre de 1974 y me desempeñé como secretaria
de Producción.
Para aquellos que no
la conocieron ¿dónde estaba ubicada la editorial?
La editorial ocupaba tres pisos en Sarmiento 1889. El 2º era
Recepción y Presidencia, el 3º. Contaduría y el 5º. Arte y Redacción.
En ese entonces, ¿eras
lectora de historietas?
Cuando empecé no leía historietas, pero ávida lectora de
libros. Por eso me daban a leer títulos que después adaptábamos, si es que me
parecían buenos. No me acuerdo quien era el otro que también leía, me parece
que Manuel Morini.
¿Recordas alguno de
los libros que sugeriste?
Fueron tantos… casi todos los de Wilbur Smith; “Instantánea”
de A. J. Quinnel; “El vestido de terciopelo” para Intervalo, generalmente yo elegía
de aventuras, suspenso o ciencia ficción. Las novelas románticas nunca me
gustaron, siempre me parecían lo mismo. Aún sigo siendo lectora de best sellers.
¿Qué era exactamente ser
"secretaria de Producción"?
Ser secretaria de Producción era un embrollo. Coordinaba el
trabajo de más de quince guionistas, para más de cincuenta dibujantes en ocho
publicaciones mensuales. Armaba las fechas de salida de las revistas y sugería
las de los Súper Álbum o las del Anuario. También
la lista de historietas que salían en cada revista. Además de solucionar,
o tratar de solucionar, los problemas
por falta de entrega del material. En ese caso la última palabra la tenían
Vasallo o Presa. También, por supuesto, atenderlos a todos ustedes, escucharlos
y contenerlos, ja, ja. ¿Qué fácil, no?
¿Cómo era un día
típico en tu trabajo?
Ningún día era típico, siempre había algún desaguisado (que
antigüedad, delata mi edad) que solucionar. Teníamos dos carpetas: una de
dibujantes y otra de guionistas. Después de llegar, si desayunábamos en la
editorial, yo preparaba el té para Vassallo y para Claudio Columba. Algunas
veces Claudio traía medialunas, pero siempre teníamos galletitas, gaseosas y también
agua en la heladera. A veces mi mamá me llamaba temprano y como Claudio atendía
el teléfono, mantenían largas charlas. Ahora
que lo pienso, no sé si mi mamá llamaba por mi o para hablar con él, ja, ja.
Después revisaba las carpetas, las listas de las revistas y
comenzaba a llamar a los dibujantes para recodarles las fechas de entrega.
También para pedir algún guión que necesitaba, o material para llenar tres páginas
que me faltaban. Y, por supuesto, la llamada diaria a Robin Wood para saber si
me había mandado los guiones. Hemos gastado millones en llamadas.
¿Y un día de entrega?
Un día de entrega... ¡Dios me libre y me guarde! No me
acuerdo si era el segundo o el último jueves de cada mes…
Era el último.
Sí, ese día cerraba la entrega de originales para su
posterior pago. Obviamente durante el mes también se entregaba dependiendo de
las fechas de salida de las revistas, pero ese jueves era el último para poder
cobrar a la semana siguiente.
Los guionistas entregaban semanalmente, y/o a pedido, porque
Vasallo tenía que leer los textos, aprobarlos, mandarlos a arreglar o
rechazarlos, por eso les convenía ir entregando.
Nosotros trabajábamos de 8:00 a 19:00, tenían todo el día
para entregar, pero... a las 18:30 tenía a veinticinco monos, todos apurados tratando
de entregar.
Al principio se pagaba por cuadro, o sea que tenía que
contar los cuadros de la historieta y estos debían coincidir con la factura. Había
cuadros dobles y simples y Ricardo Villagrán me volvía loca con la genial diagramación
de sus páginas de Mark. Ese personaje,
con el cuerpo que parecía saltar de las páginas, ¿por cuantos cuadros valía?
como verás era una tarea monumental.
Y aquí hago una aclaración para un señor que dijo que los
guiones tenían que durar de José León Suárez a Constitución o algo así…
¿Te referís a algún
usuario de redes sociales?
Sí. Los guiones tenían que tener no menos de 100 cuadros, y
era así porque los dibujantes cobraban por cuadro. Por ese tipo de opiniones no
seguí más el intercambio de conceptos, no valía la pena. Se veía que él está
mejor informado que yo. En fin…
Acaso la frase de ese
usuario provenga de una cita de Carlos Trillo: “Nunca soporté las revistas de
Columba. Nunca pude leer ni una sola historieta de esa editorial. Eran
historietas con mucho texto y aburridísimas. Sus editores tenían la teoría de
que una revista te tiene que durar entre Once y Moreno”. Esos dichos se volvieron
un lugar común, quizá por eso algunos aún los sostengan.
Seguro que sí. Trillo, Sasturain, algunos “críticos”; todos,
en cada oportunidad que se les presentaba, hablaban en contra de nosotros
A propósito, ¿pudiste
ver el reportaje que Sasturain le hizo a Robin Wood? ¿Qué sensación te produjo?
Fue un placer ver a Sasturain hojeando las revistas que
siempre despreció. No le quedó más remedio que reconocer la obra de Robin Wood.
Causaría gracia, si no fuera por todas las críticas que nos hizo a lo largo de
los años.
Volviendo a los días
de entrega, ¿cómo terminabas aquellos jueves?
Mi horario terminaba a las 19:00, pero por “mis niños” me he
llegado a ir a las 21:00, y al otro día llegar a las 7:30 para recibir a los más
rezagados. Entre ellos, un habitúe era mi querido Enio. Los jueves me mandaba a su señora con las tintas
(con la cual charlábamos largo y tendido), y el viernes él traía la máscara de
color.
No sé si sabías, Enio
fue primer dibujante con quien trabajé.
No me acordaba que trabajaste con él, para mí fue siempre
Alarcón - Meriggi, “El dúo dinámico”, ja, ja. Sí, fue una hermosa época.
¿Cuáles eran los roles
de Ramón Columba y Claudio Columba dentro de la editorial?
La presidencia la ejercía Claudio Columba. Ramón Columba se
dedicada a las ediciones, era muy puntilloso con los detalles históricos,
uniformes y armas.
Cada uno tenía su propia oficina. La de Ramón era toda de
madera, con una biblioteca de pared a pared con un sillón verde con capitoné. En
el escritorio tenia esas lámparas inglesas con la pantalla verde, todo bien
ordenadito.
La de Claudio era un caos total, papeles sobre todo el escritorio y
diarios sobre el sillón. Una vez, cuando apenas había entrado a trabajar, le
ordené toda la oficina, quedó hermosa. Cuando llegó Claudio casi le da un
ataque, ja, ja. Me ordenó que no le tocara las cosas porque el dentro de su
desorden tenía su orden y así no encontraba nada.
Te cuento: un día García Durán me llamó para ver si se podía
cambiar un arma porque no encontraba como documentarse. Consulté a Ramón y después
de un ratito me dijo que citara a García Durán para la mañana siguiente. Conclusión:
al otro día García Durán se llevó el bagaje de información de uniformes y de
armas que usó “Aquí la legión” en toda su historia. Luego de ese día, los
guiones salían con fotocopias del material que se mencionaba en el texto.
Si Ramón Columba era quien se ocupaba de los
contenidos y la edición, ¿cuáles eran las tareas de Claudio? ¿Se ocupaba de la
gestión comercial?
La función de Claudio no la tengo bien definida. Sé que la
idea de formar la distribuidora, “Toniter”, fue de él. También la de comprar
los bosques para hacer papel.
La empresa tenía una
actividad comercial que contemplaba todo el proceso de producción y
distribución de las revistas, de allí proviene su sigla S.A.C.E.I.I.F.A ¿no?
Sí. Y de las siglas me acuerdo algunas: Sociedad Anónima Comercial
Editorial Industrial Forestal Agrícola… creo.
¿Cómo era el carácter
de cada uno de los hermanos?
Ramón Columba era lo que antes se conocía como “Bon Vivant”,
todo un señor serio y muy amable. Para los cumpleaños, el día de la secretaria
y fin de año nos regalaba perfume francés y flores, y él sabía cual nos iba
bien a nosotras. La verdad lo extrañamos mucho cuando se fue de la
editorial y lamenté mucho su fallecimiento.
Muchos de nosotros
estuvimos presentes en la ceremonia y el cortejo fúnebre en la Recoleta. Fue un día
muy penoso. ¿Cómo recordás a Claudio Columba?
Claudio era todo lo contrario a Ramón. Bien campechano, te tuteaba, sabía que familia
tenías y siempre se interesaba por ellos. Cuando falleció mi mamá fue el
primero que me dijo que no me preocupara por los gastos del funeral, que él me
iba ayudar. Estaba con los ojos llenos de lágrimas, ya conté que él hablaba con
mi vieja todos los días.
Volvamos a los buenos
tiempos, estuviste en la época de mayor éxito editorial. ¿Cuál de todas las
revistas tuvo más repercusión?
Las más vendidas eran
D´artagnan y Nippur Magnum, estaban cabeza a cabeza.
¿Quién decidía que
personaje iba para cual revista?
Vassallo leía los
guiones y los distribuía en las distintas revistas, Presa decidía el dibujante.
Vos en particular, ¿tenías
un personaje o autor preferido?
Mis personajes eran Mark y Savarese, y Robin mi guionista
preferido. También me gustaron mucho los dibujos de Leopardi en la época negra
de Nippur, cuando pierde el ojo. Esos
dibujos me parecieron geniales y la trama bárbara.
A mediados de los
setenta Héctor Oesterheld pasó a la clandestinidad por su participación en
Montoneros. Hubo un tiempo en que trabajó puertas adentro de la editorial ¿que
recordas de él?
Lamentablemente lo conocí poco. Él estaba en el 5° piso y yo
lo llamaba para la entrega de guiones. Creo, si no me equivoco, que en esa
época hacía “Argón El Justiciero”. Siempre fue muy correcto y amable. Cuando
Stella o Juan Carlos (quienes tipiaban los textos y armaban los globos) me
llamaban al 5º, yo le subía un cafecito a él. Por desgracia un día no vino más
y eso también convulsionó a Columba. Se hicieron todas las averiguaciones y no
se logró nada de nada. No voy a entrar en detalles de esto, no me parece
correcto después de todo lo que decían de la editorial. Lo único que te puedo
decir es que nosotros tenemos la conciencia tranquila, tanto Ramón como Claudio
se preocuparon por el asunto.
¿Qué es lo que decían
de la editorial?
Tantas mentiras. Como esa serie ambientada en las oficinas
de Columba, con esos tipos de traje y anteojos oscuros…
“Germán, últimas
viñetas”, con Miguel Ángel Solá.
Sí, lamentable, nada que ver con la realidad. Era todo una
gran mentira.
¿Cuáles fueron tus
momentos más felices en la editorial?
Uno de los momentos más
felices fue algo personal. Después de siete años de casada quedé embarazada y
en la editorial fue una revolución. La noticia llegó hasta Robin Wood y, en mi honor, hizo un capitulo de “Mi novia y yo”. Lamentablemente con las distintas mudanzas perdí
la revista, una lástima…
Me acuerdo cuando Ricardo Villagrán y Demian Parmeggiani
fueron por primera vez a EEUU. Me
trajeron de regalo una moneda de un dólar con la cara de Kennedy, una hoz y el
martillo. Era un ejemplar muy raro. También me mandaron una foto con las torres
gemelas atrás.
Son muchos los recuerdos. Un día vino un tipo de la Marvel y Presa me dijo que
ubicara a Meriggi y que trajera sus dibujos. Me lo pasé buscándolo por todos
lados; hasta a los Villagrán movilicé. En esa época no existía el celular. No
lo encontré, pero fijate ahora está trabajando con ellos.
Y ya que hablaste de Enio, también me acuerdo que a la única
persona de la editorial que invitó a su casamiento fue a mí, así que viví todo
el comienzo de esa familia maravillosa,
Si, tuve la suerte de
conocer a Elsa, su esposa, y a Ariel, su hijo, quien en aquel entonces era
un bebé.
En unas vacaciones coincidimos en Mar de Plata y pasamos una
semana bárbara con nuestras respectivas familias. Hasta su fallecimiento, de
vez en cuando nos hablábamos, en especial para fin de año. Fue un golpe duro su
partida. Un día llamé a su casa y Elsa me dijo lo que había pasado, no pude
seguir hablando, me largue a llorar y no pude seguir. Disculpá este bajón.
¿Cuál fue el momento
laboral más difícil?
Ver caer la editorial y no poder hacer nada para evitarlo.
Un día vino Osvaldo Muller y me comentó que tendríamos que empezar a entrar en Internet.
Me pareció una buena idea porque ya veía a mis hijos muy entusiasmados y ya no leían
libros ni revistas. Lo propuse a Presa y
no me dio bolilla. Dijo que no estaban preparados, no que iba a funcionar y un millón
de excusas más, lástima que no tuvo visión. También se lo dije a Claudio Columba
y me remitió otra vez a Presa, así que ahí terminó la cuestión. Varios años después
de cerrada la editorial me encontré a Claudio en un restaurant y él me vino a saludar.
Yo no lo había visto y me dijo: “La
verdad Ana, tendríamos que haberla escuchado, usted tenía razón”. Pero ya era tarde,
¿no?
¿A qué razones atribuís
la caída?
Un día aparecieron las hermanitas Méndez. Laura como jefa de
Redacción, y Cristina leyendo los guiones, un disparate total, idea de Claudio.
La verdad desde que Ramón se fue fuimos de traspié en traspié y así terminamos.
Nadie le ponía límites a Claudio.
¿Sabés los motivos
por los que Ramón Columba se fue?
Claudio le compró su parte de la editorial. Luego, lo que
pasó entre ambos es privado y no me parece justo que se divulgue.
¿Qué opinión te
merece el trabajo de Laura y Cristina Méndez?
Laura Méndez no podía dirigir la editorial, no sabía nada de
nada. Menos aun Cristina. Laura decía
que quería mejorar las revistas y metió mano en las dos que más vendían,
D'artagan y Nippur Magnum. Las ventas bajaron estrepitosamente.
¿Cómo llegaron a
asumir esos cargos? ¿Tenían alguna experiencia en el manejo editorial?
No. Ninguna de las dos tenía experiencia, Laura era
profesora de geografía, y mientras estuvo estudiando trabajaba como correctora
en la Redacción.
Cristina fue secretaria en la editorial y era la esposa de
Claudio Columba. La verdad es que no sé como asumieron, ni idea.
Como decía Mateo Bernáldez, el gerente que estaba en
el 3º piso, no sé si lo viste alguna vez: “Entre todos la matamos y ella sola
se murió”. Siempre me pareció un justo
epitafio para la editorial.
¿Cómo se produjo tu salida
de la empresa?
Un día me llamaron Laura Méndez y Presa. Me avisaron que la
editorial se había vendido y me dieron a elegir si me quedaba o me iba. Me fui,
como es sabido. La gente que la adquirió tampoco sabía nada de editoriales,
eran dueños de una imprenta, no me acuerdo el nombre.
La imprenta era Rosso
¿recordas en que año fue?
1996, creo. Ya no me acuerdo, pero por ahí anda.
¿No hubo nadie que
pudiera evitar todos esos errores de conducción?
Presa. Pero creo que ya estaba cansado de la editorial. Él no tendría que haber dejado que se
hicieran muchas cosas. Como socio tenia voz y voto.
Quizá no pertenecía a
la mayoría accionaria. ¿Qué fue de “Blondatex”, la imprenta y de “Toniter”,
la distribuidora?
La imprenta cerró mucho antes que la editorial ya que teníamos
muchas devoluciones y no se pudo bancar más. Se pagó a todos los empleados lo
que correspondía, Claudio sacó el dinero de su patrimonio. Y entonces empezamos
a imprimir en la imprenta Rosso. Allí también se fue acumulando deuda, hubo un arreglo
que desconozco y la imprenta se quedó con la editorial.
Toninter también pasó a la imprenta. Nos fueron a todos, o
casi todos a los que estaban para jubilarse.
¿Qué pasó con Presa y
Vasallo?
Vasallo se jubiló, Presa pasó a formar parte de la nueva empresa.
Pasemos a algo más
grato. Hace un par de años Ramón Columba convocó en una reunión a todos los
artistas y al personal de la editorial. ¿Cómo te sentiste en el reencuentro?
Fue una alegría enorme ver a todos nuevamente. Más que nada
en la primera reunión, cuando Ramón aún estaba bien de salud y varios
compañeros aún estaban entre nosotros.
Fue un gusto
reencontrarte allí. ¿A qué te dedicas ahora?
Tengo un puesto en la feria de Devoto, hago pintura
decorativa. ¿Viste? algo de ustedes se me contagió, ja, ja.
Doy fe que tus
artesanías y pinturas son bellísimas. Muchas gracias por tu tiempo, Ana.
De nada, gracias por traerme todos los recuerdos.